En su libro Allegro ma non troppo, el economista Carlo M. Cipolla enumera las cinco leyes de la estupidez: 1) Siempre se subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo. 2) Una persona puede ser estúpida independientemente de cualquier otra característica que tenga. 3) El estúpido causa daño a otros sin obtener beneficio e, incluso, dañándose a sí mismo. 4) Los no estúpidos olvidan que tratar o asociarse con estúpidos es siempre un grave error. 5) El estúpido es la persona más peligrosa que existe.
El hundimiento del crucero Costa Concordia es el último ejemplo de la precisión matemática de esas leyes: un marino experto tiene la peregrina idea de acercar el barco a la costa a modo de saludo a los lugareños y hunde la nave, la vida de decenas de persona y la suya propia. Como decía Schiller: “contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano”. El libro de Cipolla debería ser de lectura obligatoria.
Los seres humanos somos binarios − dos brazos, dos piernas, dos ojos − y llevamos dentro el sentido de la contradicción: corazón y cerebro como las caras opuestas de nuestro ser. Miramos el universo con el mismo criterio: noche y día, luz y oscuridad, vida y muerte, macho y hembra. Nuestra moral habla de bien y mal. Y nuestra vida social, de amigos y enemigos.
Sin embargo, ya en el Antiguo Testamento, Dios y Satán mostraban que esa dualidad era complementaria. No hay protagonista sin antagonista ni héroe sin villano. Sólo que los papeles cambian, las reglas sociales los realzan o denigran. Quizá la tragedia de la Humanidad estribe en que muchos no logran aceptar que el adversario también es necesario, que el enfrentamiento no tiene que ser a muerte, que entre el blanco y el negro hay una infinita gama de matices: ayer murió Fraga Iribarne, ex ministro de Franco y creador del PP, un enemigo de la democracia que ayudó a traerla.
En el arrabal parisino de Aubervilliers, obreros víctimas de la crisis industrial europea de los 80 crearon pequeños huertos colectivos donde usar unas manos acostumbradas al trabajo. Cerca del pueblo madrileño de El Escorial, jóvenes y profesionales, desplazados de la capital por el cambio sociológico, comparten también pequeñas plantaciones. Más en general, las ONG acogen a una legión de voluntarios mientras las redes sociales crean en Internet vínculos nuevos para compartir gustos y experiencias. Pequeñas revueltas contra la soledad. Maneras de reagruparse a falta de sueños.
El desmembramiento social causado por la crisis y la revolución tecnológica hace que se produzcan hoy fenómenos similares a los provocados en el siglo XIX por el caos de la revolución industrial. Entonces fueron las comunidades agrarias utópicas o los clubes sociales obreros. La Historia se repite, pero en espiral: a otro nivel.
El siglo XXI están alumbrando un nuevo sistema político mundial, la dictadura económica, que crece dentro del cuerpo de la democracia parlamentaria como un alien en el cuerpo de un astronauta. El poder dictatorial ya no recae en un partido político nacional sino en organismos y empresas transnacionales que se sirven de los partidos locales para aplicar sus dictados.
El brazo ejecutor de ese nuevo poder son las llamadas agencias de calificación. Bajo la máscara de supuestos análisis de fiabilidad, en realidad condicionan el desarrollo de la economía y la política de los países mediante el chantaje y la presión de sus bajadas de calificación, como acaba de hacer S&P con Francia, España y otros países europeos. A través de las agencias los mercados doblegan la voluntad popular, tumban gobiernos y colocan a sus hombres en puestos claves. Cuando termine el proceso, la vieja piel de la democracia ya no les será necesaria.
Salvo un breve paréntesis, la derecha en Asturias ha estado décadas apartada del poder, algo para ella contra natura. Durante años, ha visto que la izquierda desarrollaba políticas culturales que le horrorizaban. ¿Cuáles? Todas las que no olieran a dinero o a incienso. Hoy que ella gobierna en la autonomía y en los Ayuntamientos, es la hora de su revancha.
Álvarez Cascos practica un nacionalismo montuno que une a la reacción católica la brutalidad de una mitología de caballo asturcón que reniega de la moderna complejidad de la sociedad de Asturias. Es lo trágico de la derecha asturiana que ha llegado al poder: deja al PP convertido en partido bolchevique. Después del centro Niemeyer y la asfixia a la Semana Negra, su última víctima es el director del prestigioso festival de cine independiente de Gijón, cesado de manera fulminante tras 16 años de exitosa gestión. Lógico. ¿Qué otra cosa pueden dar los cascos sino coces?
El campo de concentración de Guantánamo, al que llaman “prisión”, ha cumplido diez años de existencia y parece quedarle vida por delante porque, entre la posibilidad de tener que dejar libre a un culpable, a causa del odioso procedimiento empleado para retenerle y por torturarle, y la de mantener enjaulado a un inocente, como precio a pagar por la seguridad nacional, el presidente Obama ha optado por la segunda.
Así que cuídate para que no te vayan a confundir con un terrorista islámico. Cuida las amistades, lo que dices, el aspecto. Porque si te confunden irás a parar a un “limbo legal” (¡qué metafórico es todo lo que hace “uno de los nuestros”!) fuera del mundo, y te harán pasear encadenado y esperarás en vano al Godot de la justicia, hasta que los intereses nacionales lo consideren oportuno. Eso si en la Casa Blanca, mientras, no entra de nuevo alguien que considere que ahogarte con agua es método persuasivo y no tortura.
Hoy miércoles tiene lugar en Lisboa una conjura que seguramente pasará desapercibida para los medios de comunicación. Una reunión numerosa pero discreta, que hará uso de la libertad más radical: el derecho a soñar y a compartir los sueños. Medio centenar de lectores que se dan cita para hablar de literatura en estos tiempos de contables y burócratas. En esta ocasión son los cuentos del mexicano Antonio Sarabia la lectura que comparten.
El Club de lectura del Instituto Cervantes de Lisboa se reúne como cada mes, animado por la escritora cubana Karla Suárez, como un milagro en medio de la grisura de la crisis. Es una asamblea de imaginaciones, un poliedro en el que se refleja la obra del escritor para que cada lector recree el texto a partir de su experiencia vital, lo enriquezca de sí mismo, le da vida. En una sala de una ciudad enamorada de sus poetas, esta conjura de inteligencia resulta, en el fondo, un motivo de esperanza.
Si Dios existiera y en verdad fuera el responsable de la creación del Hombre, habría que enterarse si tiene abierta en algún lugar una oficina de reclamaciones donde presentar queja porque este producto le salió bien defectuoso. Sobrado de inteligencia, eso nadie lo puede negar, ¡pero qué manera de desperdiciarla! La última prueba de ello apenas si mide diez centímetros y vuela: es un colibrí metálico.
El Pentágono ha desarrollado aviones indetectables, bombas “inteligentes” y ahora un nuevo artilugio para tiempos guerreros: un mini-robot con forma de pajarillo que revolotea cual colibrí y lleva una cámara para espiar al enemigo. Cualquier día otros crearán escuadrones especializados en la caza de colibrís mecánicos. Tanto talento, dinero y esfuerzo destinados a llevar la ciencia y el arte del odio y la destrucción hasta el delirio. Hasta hacer de una criatura maravillosa símbolo del miedo y la desconfianza.
Habría que declarar al periodista “especie en vías de extinción”. La agonía del oficio periodístico coincide paradójicamente con la máxima expansión de los medios de comunicación. La información se ha convertido de verdad en el cuarto poder o, más aún, en poder de poderes pues es pieza angular de una sociedad fundada sobre la Opinión Pública. Pero el periodismo está en decadencia.
En los diarios más serios abundan las crónicas en las que el periodista opina en vez de limitarse a contar los hechos. La primera independencia de un periodista ha de ser frente al consejo de administración de su medio, pero hoy los intereses “empresariales” determinan los contenidos de los diarios. Y la demagogia del “todos podemos ser periodistas” hace desaparecer el rigor y el criterio. Por el camino que va el oficio, el periodista no tardará mucho en hacerle compañía al pájaro Dodo: la nueva especie de los voceros habrá ocupado su lugar.
El organismo encargado de organizar la extensión del conocimiento en el territorio situado al sur del Perú y al oeste de Argentina ha decidido llamar régimen militar al sistema de control extremo sobre la población de dicho territorio, que incluía metodologías como la supresión pública o privada de las constantes vitales de miles de sus ciudadanos, y era conocido antes por el nombre de dictadura.
Según tan sabia decisión es recomendable usar nuevos eufemismos: Torturadores y genocidas serán “individuos que tenían la tarea de verificar los efectos de la electricidad aplicada al cuerpo humano y de provocar las consecuencias de la repentina invasión de un objeto de plomo desplazado a gran velocidad al impactar sobre la carne de una persona”; los sinvergüenzas serán denominados como “responsables de la gestión de la cosa pública presentados en las candidaturas del partido heredero de los anteriormente citados”.