Nadie duda de la responsabilidad de la crisis (aunque algunos se empeñen en mantener en puestos de responsabilidad a muchos de los padres de la catástrofe): La política neoliberal, la desregulación del sector financiero, la utilización especulativa de los ahorros depositados en los bancos, la burbuja inmobiliaria, el desvío de los dineros públicos para tapar los destrozos privados. Pero, ¿y nosotros?

¿No dimos por buenas todas las explicaciones absurdas? ¿No nos arrojamos al remolino consumista, sin pensar en las consecuencias? Una gran parte de la sociedad ha vivido de espaldas a la realidad, deslumbrada por la propaganda neoliberal, gastando el dinero que no tenía, empujada por instituciones que se suponía solventes y responsables. No somos culpables, pero fuimos estúpidos. Ahora se nos vende que la salida está en los recortes sociales y la bajada de sueldos. ¿Vamos a tropezar dos veces en la misma piedra?

La sociedad del espectáculo en que vivimos despedaza a sus ídolos, que conocen la terrible soledad del ara. Vivimos en el exhibicionismo del dolor. Cual si fuera un ritual caníbal azteca, vemos cómo se les arranca el corazón. Como si tan sólo al asistir al patetismo de su trágico final fuéramos capaces de recordar que el corazón es algo más que un músculo que nos mantiene vivos para seguir comprando cosas.

Hace años, el gran pintor Rafael Hidalgo de Caviedes hablaba sabiamente de nuestra sociedad como de una “fiesta caníbal”. Es peligroso ser el invitado de honor de una fiesta así. Michael Jackson o Whitney Houston lo fueron y se han convertido en sus más recientes víctimas. No serán las últimas. Sus muertes son pruebas de que, paso a paso, vamos consumiendo nuestra propia humanidad. Personas sustituidas por consumidores. El arte convertido en perdición. Las mercancías más libres que los ciudadanos. Y la fiesta sigue.

El ministro de Economía español ha dicho que "las medidas pueden ser discutibles pero nadie puede discutir sobre la profundidad, la ambición de las reformas. Recuperamos el tiempo perdido". ¿Hay algo peor que tomar medidas equivocadas con profundidad y ambición? El daño que se causa se hace catastrófico y no se recupera el pasado, se pierde el futuro.

Ambición y profundidad es lo que la UE y sobre todo Alemania, la nueva policía política de Europa, han exigido a Grecia en un delirio gore. Como pedir a Jack el Destripador todavía más profundidad y ambición en su sangrienta tarea. Los ambiciosos continúan llenándose los bolsillos con el dinero arrebatado a las cuentas públicas (con la crisis el dinero no desaparece simplemente cambia de manos). Y en la profundidad del pozo de la desesperación se van hundiendo cada vez más capas de la sociedad. Grecia demuestra que quienes destripan a la sociedad están jugando con fuego.

Las editoriales españolas llevan años asentando su posición en América Latina con filiales en los diferentes países de habla española. Muchos autores ven en ellas una vía para traspasar las fronteras nacionales. También para conocer la literatura de los otros. Sin embargo, no siempre es así.

La venta de derechos mundiales en español hace que el autor quede a merced de que decidan publicar su obra sólo en su país o llevarla también a otros. Algo que en los tiempos que corren depende más de criterios de marketing que literarios. Algunas editoriales tratan la literatura latinoamericana como si fuera extranjera y no parte esencial de la de lengua española. Así, los lectores de España se están perdiendo buena parte de la nueva literatura latinoamericana de hoy (y los latinoamericanos la obra de muchos autores españoles actuales) porque hay editores que deberían ser puentes y se convierten en barreras. Qué desperdicio.

Cuando lo normal no consigue explicar una situación, lo anormal, por improbable que parezca, ha de ser la causa. El Tribunal Supremo de España ha condenado al juez Garzón por unanimidad. Lo normal sería que fuera una sentencia sin sombra de duda, porque la duda invalida el delito de prevaricación que se condena. Pero no sólo hay duda sino escándalo porque el juez actuó respaldado por fiscales y otros jueces.

Lo anormal es que el más alto tribunal de un país juzgue de manera parcial y con ánimo de escarmiento. Que atienda más a su fe en la autoridad que a procurar justicia, actuando como una secta que aplica discriminatoriamente la ley en su propio interés, no en el de la sociedad. Pero esa anormalidad es la única que explica el fallo. Luego debe ser cierta. En la secta del poder, las proclamas de amor y defensa del Estado de Derecho actúan como las invocaciones a la Patria en el militarismo. Cuanto más se nombra, más se traiciona.

Una noche casi eterna, casi. Bajo los tres kilómetros de hielo del frío manto de la Antártida, las aguas del lago Vostok han permanecido en su estado líquido durante más de veinte millones de años. Ahora, cuando su noche (¿cómo es la oscuridad bajo la blancura del hielo?) parecía casi eterna, las perforadoras rusas han abierto una comunicación con el día presente.

Mientras el Vostok dormía su largo sueño, la Humanidad se ha levantado de la planicie africana y ha echado a andar. Ha fabricado útiles para vivir y útiles para matar. Ha inventado idiomas y pintado cuevas y cultivado la tierra y construido edificios y fabricado medicamentos y adorados a dioses y surcado los mares y el aire y ha volado hasta la luna. Y ha matado y matado y ha soñado que era capaz de no matar más. Y ha seguido matando. La primera noticia del agua arcaica extraída del Vostok es que está contaminada por el fuel de los perforadores. No hemos aprendido nada.

En la vida política y social las casualidades no existen. Si el juez que intentó investigar los crímenes del franquismo y el que tendrá que interrogar a Iñaki Urdangarín, el yerno del Rey, pasan a ser investigados ellos mismos, con riesgo de verse apartados de la carrera judicial, eso quiere decir que existen personas y acciones intocables en España.

Si a ello sumamos el hecho de que un 10% del electorado español carezca de representación parlamentaria y otro 7% esté infra-representado ( por asignarse a los partidos que votó un número de diputados menor proporcionalmente al asignado a los otros partidos), nos encontramos con que la Jefatura del Estado, el poder judicial y el sistema electoral sufren graves anomalías que muestran la necesidad de soltar las últimas cadenas que amarran la democracia española al pasado dictatorial. Va a llegar la hora de cambiar el régimen nacido de la Transición. Es cuestión de tiempo.

Discretamente, con el respetuoso sigilo que se debe a los muertos y al dolor acumulado, un grupo de presos de ETA (entre ellos varios de los más sanguinarios, como Idoia López Riaño o Urrusolo Sistiaga) viene reuniéndose con algunas de sus víctimas supervivientes y con familiares de asesinados. Un diálogo que exige valor en quien pide perdón, pero aún más en quien lo concede.

Después de vivir en la jungla del odio, la justicia, al castigar a los asesinos, permite abrir paso a una reconciliación que, por dura y larga que sea, será la única manera de volver a vivir en civilización. El ser humano, capaz de lo peor, también lo es de escapar a las trampas del odio. Del odio sectario que aniquila al discrepante. Del odio de quien ha sido víctima del odio del otro. Con palabras dichas en el recato, sólo palabras, pero sostenidas por el tacto de dos manos que, por imposible que parezca, se estrechan. Es el humano milagro de la compasión.

El congreso del PSOE ha planteado de la necesidad de revisar el Concordato que regula unas relaciones entre Iglesia Católica y el Estado español que hacen que el dinero público siga subvencionando una institución sectaria. Pero el PSOE sólo se acuerda de Santa Bárbara cuando truena la derrota.

Hasta ahora la izquierda ha tratado a la Iglesia con guante de seda (y bolsa nutrida). Eso no ha evitado la beligerancia de los obispos contra todo lo que no responda a su canon. Nada satisface las ambiciones de injerencia de la Iglesia en la vida política y social. Se considera en posesión de la Verdad Absoluta (¡el Papa se cree representante de Dios en la Tierra! Por menos, hay gente que termina en tratamiento psiquiátrico). La Iglesia lleva en su seno el germen de una intolerancia que ha marcado trágicamente la Historia de España, cada vez que a su dictado no se ha respondido amén. Va siendo hora de que se la ponga de una vez en su sitio.

Antoni Tàpies, el artista de la materia, ha muerto mientras el principal partido de la izquierda española elige a Rubalcaba como nuevo-viejo líder.  Dos hijos del materialismo (artístico, histórico) elevados al cielo (de la gloria, del poder). Resulta difícil no ver en ello un signo de los tiempos.

El pintor convirtió a la madera y la tierra en ingredientes de la pintura, llevando el arte de la abstracción al tacto, a la concreción terrenal. Y llenó sus lienzos de palabras que reflejaban el compromiso antifranquista de tantos intelectuales en los años duros de la dictadura. El líder político hereda un partido hundido en su incapacidad de ser lo que es (con ese empeño en ocupar el centro, que siempre lleva a la derecha). Y se promete cambio de sí mismo. La memoria antifascista queda un poco más huérfana. La izquierda de mañana sigue en el orfanato del pragmatismo. Debiera aprender del maestro y entrar de una vez en materia.