La relación entre EE.UU. y Europa, desde la guerra mundial, ha sido muy parecida a un largo romance. Quien haya vivido una historia de amor sabe que las relaciones amorosas siempre evolucionan, igual que evolucionan los propios amantes. Por eso las dos personas que ponen final a un romance no son ya las mismas que lo iniciaron: el tiempo las ha cambiado y ha cambiado la relación que mantenían.
La reacción del PP a la orden de prisión contra su ex tesorero ha consistido en un raquítico comunicado de 17 palabras (“El Partido Popular manifiesta, como ha hecho siempre, respeto a las decisiones judiciales en todos los procedimientos”) que suena a chiste cuando hace sólo cuatro días su portavoz denunciaba una insidiosa “causa general contra el PP”, para descreditar la investigación del juez Ruz.
Decir que hemos entrado en un mundo nuevo es ya un lugar común, pero no quita para que sea cierto. Una de las novedades de ese nuevo mundo es precisamente que los seres humanos son cada vez más conscientes de sus derechos. La evolución meteórica de redes sociales y medios de comunicación, aunque también tenga riesgos, contribuye a ese proceso de autoconciencia.
Basta repasar la actualidad para ver cómo millones de ciudadanos se movilizan por sus derechos tanto sociales como políticos. Con crisis y sin crisis. En el emergente Brasil o en las castigadas España y Portugal, en el Magreb o en Turquía. Y los secretos del poder, base esencial de la dominación, son puestos en jaque cuando se revelan aquellos que vulneran los derechos de los ciudadanos, como han hecho Wikileaks, Snowden o el soldado Manning. La sociedad civil avanza hacia una madura autonomía. Una noticia buena para la democracia y muy mala para los gobernantes.
El pasado domingo falleció Richard Matheson, uno de los maestros de la literatura de ciencia-ficción. Su novela “Soy leyenda” le consagró como escritor más allá de los géneros literarios, pero su calidad literaria ha sido ocultada por el éxito de las adaptaciones cinematográficas que se hicieron de ella, las cuales, para colmo, han solido ser lecturas equivocadas del original literario.
La vida política italiana de los últimos veinte años ha sido en realidad el relato de una fuga. Como en un filme de Hollywood, el tres veces primer ministro Silvio Berlusconi no ha dudado en arrastrar al lodo a una nación entera para intentar evadirse de sus responsabilidades, dejando tras de sí una crisis institucional y una estela de descrédito de la clase política sólo equiparables a los estragos que un Bruce Willis puede causar en el tráfico de Nueva York. Sólo que esta ocasión el protagonista de la fuga no es el bueno de la película.
Un tribunal de Milán acaba de condenar a Berlusconi a siete años de prisión y a la inhabilitación permanente por prostitución de menores y abuso de poder. Y aunque maniobre para tratar de zafarse, todo apunta a que su escapada ha llegado al final. Tal vez no vaya a prisión o pase por ella como un turista, pero su inhabilitación es la medicina que necesita Italia para desinfectar su vida política.
El gremio de los “famosos” anda revuelto por un artículo en el que la novelista Almudena Grandes habla sobre la heroica resistencia de la mayoría de los escritores, que desarrollan su labor sin apenas presencia pública mientras famosos televisivos ocupan espacios informativos con los libros que dicen haber escrito.
Los famosos y los presentadores de televisión tienen derecho a pretender publicar libros e incluso a escribirlos, si es que saben. El problema es que los medios de comunicación lo miden todo en términos de espectáculo, también lo referido al libro, y que hay editores que mezclan en su catálogo la literatura con ese otro tipo de libros y aplican la rentabilidad, exigible a los libros banales, como medida de las obras literarias. Por eso cada vez más hay buenos autores que tienen dificultades para encontrar editor. Almudena Grandes ha sabido meter el dedo en la llaga de la banalización del mundo editorial.
*Link al artículo de Almudena Grandes: http://elpais.com/elpais/2013/05/30/eps/1369908060_462073.html
El juicio a José Bretón, el hombre acusado de la desaparición y asesinato de sus dos hijos en venganza contra su ex esposa, une al monstruoso crimen el siniestro espectáculo mediático de las especulaciones y juicios paralelos destinados a mejorar las cuenta de resultados de las cadenas televisivas.
La policía brasileña ha comenzado a vigilar las redes sociales ante la extensión de las protestas. Facebook se ha convertido en una barra libre para los espías estadounidenses y británicos, que han decidido que la vida privada de los seres humanos es material de segunda cuando de Seguridad Nacional se trata. Son mecanismos de un totalitarismo de nuevo tipo, que mueve sus hilos detrás del espectáculo mediático que lo ha ocupado todo (la política, la cultura, la economía, la religión) y al que la inesperada confesión del prófugo Snowden ha dejado en evidencia.
Los avances tecnológicos se han acompañado siempre del miedo a lo desconocido, alimentado por los nuevos problemas y abusos que pueden generar, pero el problema no son Internet, ni Facebook, ni Twitter, el problema es cómo se usan. Millones de personas los emplean para movilizarse en todo el mundo contra el poder. Y si el poder los espía será que algo bueno tienen.
El género del cuento comparte con la poesía la suspensión mágica, la capacidad de percibir el vuelo de los ángeles y demonios que nos habitan, de avistar esa materia oscura de la que también estamos hechos y que, como los agujeros negros de la astronomía, contiene en su oscuridad toda la luz. Es un género de revelaciones, de prodigios.
En este feliz renacimiento del cuento pese a las mezquindades del mercado, cuatro escritoras han librado ya libros de relatos memorables: Andrea Jeftanovic (No aceptes caramelos de extraños), Samanta Schweblin (Pájaros en la boca), Guadalupe Nettel (Pétalos) y Karla Suárez (Carroza para actores). Relatos feroces, a veces trágicos hasta el desgarro, otras de un irónico humor negro, siempre deslumbrantes. A los 130 años de la aparición de los legendarios cuentos de Villiers de l’Isle Adam, muchos de los mejores autores hispanos de los nuevos “cuentos crueles” tienen nombre de mujer.
El FMI propone para España una nueva vuelta de tuerca en la extorsión a los trabajadores, recomendando abaratar el despido y bajar los sueldos para remediar unas cifras de paro “inadmisibles”. Si esta crisis económica puede servir para algo será para dejar clara, de una vez por todas, la lógica del capitalismo.
Mientras millones de personas caen en el paro y en la pobreza, el mercado de productos y servicios de lujo conoce un verdadero boom, reflejo del enriquecimiento que la transferencia masiva de rentas está procurando a algunos. A los trabajadores se les exige sacrificio porque se considera que el motor de la economía debe ser el enriquecimiento del capital. Una lógica perversa que premia a quienes no crean empleo, ampliando sus márgenes de beneficio a costa del trabajo. La salida a la crisis que propone el capital es en realidad un chantaje: no invertirá hasta que no haya doblegado por completo a los trabajadores.