De Chile a España, muchas de las protestas sociales contra los ajustes aprobados por los gobiernos con motivo de la crisis son en defensa de la educación pública. Prueba de que la enseñanza está en el corazón mismo de la sociedad moderna. Los derechos humanos surgieron de un movimiento, la Ilustración, que hizo de la pedagogía el gran arma del cambio social. Diderot y Rousseau pugnaron por universalizar el conocimiento, sacándolo del reducto de los privilegiados para llevarlo al pueblo, el nuevo sujeto de la Historia.
Ahora, la derecha proclama el sofisma de la necesidad de recortar derechos para preservar la existencia de esos mismos derechos que se recortan. Es la hipócrita propuesta de un mundo clasista que torna la democracia en cáscara hueca. En el fondo se trata de decidir qué tipo de civilización va a ser la nuestra tras la crisis: fundada en la desigualdad y los privilegios o en la universalidad de los derechos.
El pasado mes de marzo, los presidentes Zapatero y Cameron, al pedir el apoyo de sus respectivos parlamentos a la intervención de la OTAN en Libia, afirmaban que “el objetivo no es derrocar a Gadafi” sino proteger a la población civil. Lo mismo que decía Obama. En abril, Cameron, Obama y Sarkozy decían que seguirían en Libia “hasta que Gadafi abandone” (¿se referían al poder o a este mundo?). Después, Cameron y Sarkozy propugnaba “arrestar y juzgar a Gadafi” (¿pero el hecho de arrestarle no sería ya un derrocamiento?).
Visto que la OTAN no se ha bombardeado a sí misma para proteger a la población civil de Sirte de sus propios bombardeos, visto que ha seguido atacando a los gadafistas cuando estaban acorralados y que, al final, Gadafi ha sido asesinado, se puede concluir que el objetivo de la OTAN era precisamente derrocar a Gadafi. Una prueba más de que los líderes mundiales tratan a sus ciudadanos como si fueran imbéciles.
Ayer fue una de esas jornadas que parecen la radiografía de una época. La organización terrorista ETA anunciaba el fin de 43 años de atentados sin obtener ninguna concesión política. Mientras en Sirte el dictador Gadafi era ejecutado por los rebeldes luego de ser herido por la OTAN. ETA dice adiós con 800 asesinatos y miles de vidas destruidas. Una montaña de terror para nada. Gadafi ha sido asesinado tras años de tiranizar a su pueblo y viendo cómo las potencias que le aplaudían como represor del islamismo armaban ahora a sus enemigos y bombardeaban a sus leales.
Europa se reserva la paz para sí, pero dignifica la guerra. Son sólo las violencias devaluadas políticamente las que se rinden o se eliminan. Es el turno de los violentos de conciencia tranquila, los que matan en nombre de los valores en alza. Nadie, más allá de los allegados, va a llorar por sus víctimas. Si no, que les pregunten a los civiles bombardeados en Sirte.