Casi ocho millones de ciudadanos han votado al PP encantados con un partido tan corrupto que parece banda de maleantes más que fuerza política. Cinco millones han votado a Unidos Podemos, transformada en holograma por las encuestas, pues un millón de quienes la votaron el 20D se han quedado en sus casas mostrando su real compromiso con el progreso del país: ninguno. Cinco millones han seguido votando al PSOE, colaborador necesario en las políticas de austeridad y recortes y segundo en el ranking de corrupción, y están felices porque el otro millón se haya quedado en casa. Tres millones han votado a Ciudadanos, la versión ligth de las mismas políticas pro austeridad, varios cientos de miles de cuyos votantes han regresado obedientemente al redil del PP tras la invocación del peligro rojo.
Y todo ello en medio de una gran palabrería patriótica. Esta es una de esas ocasiones en que un país entero hace un ridículo nacional.