El resultado de las elecciones en España ofrece una radiografía de la sociedad española que las fuerzas que aspiran a desplazar al establishment que lleva décadas malgobernando el país han de analizar para que esa posibilidad de transformación no se quede en sueño de una noche de verano.
La sociedad española es hija de un miedo impreso a sangre y fuego por siglos de intolerancia y pedagogía de la resignación. Basta invocarlo, aunque sea recurriendo a espantajos artificiales como transformar a Venezuela en una especie de circunscripción electoral fantasma, para que a pesar de la indignación por abusos y corrupciones buena parte del electorado compre el discurso del orden y amplíe la victoria del corrupto PP. Unidos Podemos ha mantenido su fuerza, pero debe desarrollar una política que sea capaz de incorporar no sólo a los adeptos. Ha de hacerlo sin traicionarse, pero si no lo hace no habrá posibilidad real de cambio.