La matanza perpetrada durante una fiesta en un club gay de la ciudad estadounidense de Orlando es una nueva tragedia en la espiral de odio en la que llevamos colectivamente sumidos desde hace demasiado tiempo. Primero se pensó que era un crimen homófobo. Después se ha sabido que el Estado Islámico reivindica la masacre en nombre de la yihad. No son dos motivaciones diferentes.
El terrorismo islámico, como proyecto totalitario que es, castiga la discrepancia y la diversidad, y cuando reclama el reconocimiento de la identidad musulmana es para imponer su visión excluyente de la misma, que hace de los musulmanes que no le son adictos sus primeras víctimas. El reconocimiento de los derechos de los homosexuales, su derecho a amar libremente, ha sido un paso de gigante en las libertades civiles. De ahí el odio que les profesan los fanáticos de todo credo. Por eso, defender a la comunidad LGTB es defender la libertad de todos