2016 arranca en un mundo que ha hecho del sobresalto y del miedo un estado de ánimo permanente y una herramienta de control y bloqueo para que, por mucho que se produzcan novedades, nada cambie en el fondo.
El sistema que nos rige hoy, basado en el predominio de las mercancías, el dinero y la violencia, y en la sustitución de la condición de ciudadano por la de consumidor (de bienes materiales o de certezas divinas, si no de ambos mezclados), ha hecho de la hipocresía una de las bellas artes. Se habla de democracia a la vez que se la corrompe. De libertad de expresión cuando ésta ha pasado a ser propiedad exclusiva de la oligarquía de propietarios de los medios de comunicación, que la usan en interés propio. Y de la guerra como el camino para la paz. ¿Hay algo más viejo que eso en la violenta Historia de la Humanidad? Sí, la sumisión de gran parte de ella a los poderosos. Queda el derecho al pataleo, de momento. Año nuevo, sistema viejo.