Se habla de refundar Europa cuando en realidad se la desfonda. Se quita soberanía nacional para transferirla a quienes se pliegan a los mercados, abriendo un agujero negro que puede tragarse, en dos o tres años, lo que ha costado siglos construir: un orden social donde los ciudadanos no quedaran a merced absoluta de la codicia de los ricos, la intolerancia de los fanáticos y los abusos de los gobernantes.
Con prisas propias del timador que intenta que su víctima no vea que la está robando, se quiere imponer una Europa sin sueños y, peor aún, imponer los límites legales para que nunca vuelva a soñar. La crisis es la excusa para un autogolpe de estado encubierto, que se pretende dar simultáneamente en los 27 estados de la Unión Europea. Un golpe enmascarado hipócritamente por Merkel, Sarkozy y adláteres, quienes bien merecen aquel necio elogio de Sancho Pánza: “¡Oh, humilde con los soberbios y arrogante con los humildes!”.