Hay injusticias que claman al cielo, por ejemplo: ignorar a quien nos descubre mundos, a quien nos hace viajar a otras realidades y otros sueños. Ese es el frecuente destino del traductor: el olvido. Hace tres días que murió Claude Couffon, el gran traductor al francés de Gabriel García Márquez, Vargas Llosa, Neruda, Juan Ramón Jiménez o Camilo J. Cela que contribuyó decisivamente a abrir las puertas en Francia a la literatura en lengua española del siglo XX. Y la prensa de España le ha dedicado un ingrato silencio.
El menosprecio a la traducción (mal pagada, poco apoyada, minusvalorada) en un momento en que la construcción europea exige sobre todo diálogo y comprensión mutua, imposibles sin el desarrollo de la traducción, es la paradoja de las paradojas en esta esquizofrénica Unión Europea y en esta España de las apariencias sin sustancia. Couffon fue la voz francesa de los grandes creadores de una época que se acaba.