Dejarse guiar por el refranero popular es siempre muy arriesgado porque bajo la apariencia de una sabiduría acuñada por el tiempo suelen esconderse prejuicios consolidados. Un ejemplo es aquello de que en el reino de los ciegos el tuerto es rey. La prueba: la ley sobre el aborto en España, que el ministro Gallardón está a punto de hacer aprobar.
Durante años, Gallardón fue visto como el tuerto entre la ceguera intransigente del PP. Una especie de paloma blanca de tolerancia de la que se esperaba un día la regeneración de la montaraz derecha hispana. Su llegada al gobierno, pretendiendo legislar desde y para el dogmatismo católico, ha confirmado que en el reino de los ciegos cuando al tuerto no lo meten en la cárcel (como suele suceder) el ejercicio del poder puede tornarle igualmente ciego a los derechos ajenos. Volver a la criminalización del aborto, como pretende, sólo demuestra que lo que parecía paloma era un buitre.