Snowden no debe ir a la cárcel, sino recibir el Pulitzer de periodismo porque sus informaciones sobre el espionaje mundial de EE.UU. están revelando el verdadero rostro de nuestro tiempo: el de un imperio que usa la paranoia antiterrorista para enmascarar otros intereses.
¿Temía el servicio secreto estadounidense que Ángela Merkel fuera agente de Al Qaeda, una narcotraficante o una blanqueadora de dinero negro? Y la presidenta de Brasil y los otros treinta y tres líderes mundiales espiados, ¿eran peligrosos asesinos, líderes de alguna secta criminal o grupo mafioso? Desde los atentados del 11-M la respuesta de EE.UU a los crímenes terroristas ha estado presidida por una desmesura que ha arrasado derechos y legalidades hasta convertir el legítimo deseo de detener al terror en excusa para defender ilegalmente sus intereses económicos y estratégicos. Ese es el peor atentado a la democracia que se dice defender.