Pocas cosas resultan tan placenteras como el espectáculo de la inteligencia en acción. Y esta novela de la escritora española Marta Sanz es rabiosamente inteligente. De una inteligencia presente en la misma estructura del texto: dos relatos alternados, dos voces que, en realidad, pertenecen a la misma persona.
De un lado, está la voz de Catalina, la narradora protagonista que recuerda (más bien, revive, porque la memoria se cuenta en presente, dando al recuerdo un dinamismo irresistible), con casi cincuenta años, el tiempo en que tenía doce y su vida saltó por los aires. Del otro, está el guión de un documental realizado por la misma Catalina sobre las actrices del destape, la irrupción del desnudo femenino en el cine de los años de la Transición Política y los inicios de la democracia, y el cambio de mirada social sobre el cuerpo de la mujer.
Dos registros de lenguaje diferentes que se complementan con una eficacia ejemplar y que seguramente pondrán de los nervios a los amantes de las categorías establecidas y de la pereza intelectual, pero que a mí me han impedido soltar el libro hasta terminarlo.
El gran acierto de esta novela radica precisamente en la elección de esas dos voces y en la manera de trabajarlas. Catalina niña se desdobla en un personaje imaginario, Daniela Astor, en el que proyecta sus sueños de preadolescente, y su recuerdo se llena de metáforas y referencias a la vida cotidiana de aquellos años 70, marcas de productos y refranes, chascarrillos televisivos y chistes escolares, todo ello sin concesiones a la sociología, porque para eso está el documental: para articular un discurso más analítico e irónico. Catalina adulta oye (y el lector oye con ella) a esa niña que desde el pasado cuenta cómo iba dejando de serlo mientras la dictadura en la que nació iba transformándose también en otra cosa.
Toda la novela es un juego de desdoblamientos, como ese descubrimiento colectivo del propio cuerpo que las mujeres españolas tuvieron que hacer desdobladas en aquellas actrices que protagonizaron escándalos y quemaron sus propias vidas al exponer, a la vista de todos, el fuego de unas pasiones reprimidas oficialmente durante décadas. Un cuerpo que habían habitado sin que se les hubiera dado nunca realmente el derecho a gobernarlo.
La voz de Catalina (su voz de niña feroz, su voz de adulta dolorida) es tan creíble como lo es el guión de su documental, en el que el lector casi cree estar viendo las escenas que se cuentan, el desfile de mujeres –Susana Estrada, Amparo Muñoz, Marisol, Nadiuska, Bárbara Rey…− que forman parte ya de la memoria de una educación sentimental cuyo agrio balance es reflejado con maestría en el desenlace del libro y del propio documental. Y el lector asiste al paso arrollador de la Historia por las vidas de los personajes, al modo en que el juego de leyes y retóricas termina por transformase en la trampa donde naufragan.
Marta Sanz ha escrito una novela arriesgada, de las que exigen del lector atención y complicidad, pero que en su caso devuelve a cambio de ese esfuerzo una narración poderosa y atractiva que te arrastra como en un torbellino de tiempo hacia una España en la que se germinaron trágicamente todas las contradicciones que hoy la sacuden. No se me ocurre una manera más brillante ni más inteligente de devolver a la realidad una posición central en la literatura sin ceder un centímetro en la búsqueda literaria y en la ambición de estilo.
El libro: Daniela Astor y la caja negra. Marta Sanz. Editorial Anagrama. Barcelona. 2013. 263 páginas.
La autora: Marta Sanz (Madrid, 1967). Narradora, poeta y ensayista. Autora de las novelas El frío, Lenguas muertas, Los mejores tiempos (Premio Ojo Crítico 2001), Animales domésticos, Susana y los viejos (finalista Premio Nadal 2006) y Lección de anatomía. Como autora de novela negra ha publicado Black, black, black, El diario de Edith y Un buen detective no se casa jamás. Es autora de los poemarios Perra mentirosa, Hardcore y Vintage. En 2007 ganó el Premio Mario Vargas Llosa NH de Relatos por Regalos.