Como un sueño. En Lisboa se han reunido Paul Auster, J.M. Coetzee, Don DeLillo y Siri Hustvedt. Un poker literario irrepetible. La sala se llenó a reventar y muchos se quedaron fuera, frustrados por perderse un encuentro de tintes legendarios. Cada autor leyó durante 15 minutos un texto y el acto se clausuró sin debate ni preguntas del público. ¡Qué extraña sensación!
Nunca se ha leído ni se han publicado tantos libros como ahora. Y, sin embargo, hay algo errado, algo no cuadra. La literatura convertida también en espectáculo se desangra en palabras para nada. Voces que leen, oídos ansiosos y un muro de cristal que los separa. Los mismos títulos en todas las librerías, repetidos mil veces (imitados otras tantas). Y autores que arrastran su amor por la escritura ante la indiferencia de editores que no los ven rentables. Y grandes, grandísimos autores, que llegan, leen y, sin quererlo, dan testimonio de nuestra derrota.