El informe del OIEA dice que Irán puede hacerse con armas atómicas, y el gobierno de Israel y las diplomacias inglesa y estadounidense colocan ya a ese país en la diana de un ataque militar. Sin que nadie recuerde que admitir que había que convivir con un adversario atómicamente armado fue lo que evitó, en la guerra fría, el holocausto nuclear, ni se escandalice por el “casual” hecho de que sean los países que tienen la letra P (de petróleo) los que suelen sufrir los rigores de los justicieros internacionales. Esos que, como escribió Cervantes en El Quijote, “donde quiera que están traen el infierno consigo”.
Porque al infierno de la guerra de los presuntos bienintencionados no se arroja sólo a pecadores sino a millones de inocentes. Y, para colmo, los empedradores de este camino infernal cuentan con la inestimable ayuda de las autoridades iraníes, que responden a las amenazas con bravuconadas y diatribas antisemitas.