Como en una de esas pesadillas en las que cada uno de nuestros movimientos se demora y nos arrastramos lentamente mientras el peligro se nos viene encima, así la salida de Berlusconi del gobierno de Italia se prolonga absurdamente mientras su país se hunde en la crisis.
Toda vida es una narración y la vida política del todavía primer ministro italiano tiene un mal final. La acción se demora innecesariamente y el protagonista ha dejado de interesar al lector, que sólo tiene ganas de que se acabe de una vez el relato. De héroe neoliberal a patética caricatura, en Berlusconi se resume lo peor de una época: la concentración indecente de poder político, económico y mediático como forma de corrupción de la democracia. En España, la palabra pena significa tristeza. En parte de la América Latina poblada por emigrantes italianos significa también vergüenza. La milonga chusca de Berlusconi llega a su fin y se va sin pena ni gloria.